Quién pudiera no tener tanta torpeza,
como tengo, pues me quiebro cuán astilla.
Más no puedo estarme quieto en esta silla
aunque un paso, en dos me parta la cabeza.
Quién pudiera, si no puede mi costilla,
ocultarme de la luz, tras la maleza,
que mi sitio no está aquí, ni mi nobleza
quiso estar, como nunca, mi rodilla.
Más que importa esta lucha sin sentido
pues ni atado puedo ser de otra manera
más que frío, reservado y consentido
por mi ansia, mi deseo y mi quimera.
Ya que no puedo ser lo más querido
que me importa ser o no de otra manera.